![](https://laleydeotros.wordpress.com/wp-content/uploads/2024/06/serpiente02.jpg?w=1024)
De vez en cuando, alguien nuevo cae en esta fonda (no voy a usar anglicismos, ya que tenemos un idioma muy rico como para andar escribiendo: blog, market o living), y, siempre que esto ocurre, me aventuro en la suya para ver cómo y qué es lo que escribe. Tengo que admitir que siempre lo hago con la esperanza, un tanto ingenua, de hallar a un colega; me refiero a un conocedor del oficio literario de escribir.
Si por el contrario, me encuentro con que esa buena persona no tiene ninguna pretensión literaria (que es lo habitual) y escribe alejado de todo oficio, sólo para compartir sus pensamientos, sean ocurrencias o morisquetas, a modo de diario (cosa que me parece muy bien), es raro que vuelva a hacerle una visita; al considerar su contenido no literario; que es lo opuesto a lo que me interesa. Nada más.
Lo que, por cierto, aunque a alguno le pueda parecer lo contrario, no supone ninguna clase de elitismo. Simplemente, me interesa el trabajo que hay dentro del oficio de escribir. Por poner un ejemplo un tanto pueril, sería el equivalente al arquitecto que le interesan los contenidos sobre arquitectura. Y no de quien se ha puesto a reformar una casa o a construirse un chamizo en un terrenito, sin más conocimiento que todo su tiempo libre, muchas ganas y alegría. Evidentemente, no tengo nada en contra de quien practica esa afición; aunque nunca habitaría una casa diseñada por alguien que no es arquitecto (sin entrar en que los haya buenos y no tanto en el ejercicio de su profesión).
De hecho, uno de los motivos, por los que empecé con este diario de escritura, fue para contactar con otros escritores. En definitiva, con personas que tuvieran los mismos intereses en este ámbito. Sin embargo, cuando se da el caso de que me encuentro con alguien, que sí tiene pretensiones literarias, lo más habitual es que no se haya formado. Me refiero a todo el que se echa a la escritura sin más conocimientos que las ganas de hacerlo; por estar convencido de que no hace falta más que leer mucho y escribir lo que te apetezca en cada momento.
A los miembros de esta facción, sin embargo, no les tengo ningún afecto; lo que no significa que les vaya a faltar al respeto. Ni mucho menos. Lo que quiero decir es que estoy en contra de cualquiera que se dedique a algo sin formarse adecuadamente. No vayas a una escuela de escritura, ni asistas a la clase de un escritor. Sé autodidacta, pero fórmate. Trabaja y aprende, hasta alcanzar un nivel que te permita evitar ciertas trampas y desatinos, que son tan habituales como reconocibles en los que se ponen a escribir sin oficio.
Porque la técnica está ahí por un buen motivo; y ocurre muchas veces que, al creer que has aprendido por tu cuenta, leyendo obras mal traducidas (por alguien que cobra por palabra y le da igual el calado literario de lo que está adaptando), acabas por contraer esos mismos errores de estilo. Que no deben estar ahí; y no sólo porque estimemos que son incorrectos, sino porque le restan eficacia a tu trabajo.
De esta forma, por poner un ejemplo sencillo (de los miles que hay): no supone lo mismo «un hombre bueno«, que «un buen hombre». Aparentemente, se trata de las mismas palabras. Sin embargo, al cambiarlas de lugar en el continente, adelantando el adjetivo al sustantivo, también cambiamos la intención del contenido. Literalmente se puede entender que en ambos casos estás ante una persona bondadosa. No obstante, en lo que al aspecto literario se refiere, no es así. Apenas supone un matiz, pero lo cambia todo.
Por eso mismo, cuando un personaje le pregunta a su interlocutor: -«¿Quién coño es ése?»; y el otro le responde :-«Es un hombre bueno»; se está refiriendo a su bondad; a que su conducta es intachable y no les va a causar problemas, porque no quiere.
Por otra parte, ante la misma pregunta, si el otro le responde: -«Es un buen hombre»; se refiere a que no es capaz de causarles problemas, porque no es muy espabilado. Ya que quien responde se sirve de un eufemismo, para dar a entender que conoce sus limitaciones.
Por tanto, cuando conoces las claves del oficio, sabes que la norma de no adelantar el adjetivo al sustantivo está ahí para darle precisión a tu escritura. Ya que, si decides infringirla, debe ser a sabiendas de que estás alterando el significado. Hay miles de ejemplos que atañen al trabajo de sincronía respecto al continente y contenido, y debes trabajar para conocerlos; aunque sólo sea para que tu espectro, a la hora de decidir, sea mucho más rico; pero, sobre todo, más preciso. Así que no basta con leer muchas obras que están traducidas por gente que ignora estás cuestiones.
Precisamente, porque un traductor no suele saber sobre oficio de escribir, aunque muchos te digan que sí. Y ay de los que creen saber más que el propio autor sobre su obra y se dedican a añadir renglones de su propia cosecha. De hecho, son frecuentes las traducciones que destrozan la intención del autor. Lo que significa que sólo un políglota puede leer las obras originales y ese es otro motivo para aprender el oficio; si es que quieres escribir dentro de unos parámetros de precisión y pericia.
Claro, yo detecto en seguida a la persona que no se ha formado. Además, ellos rápido te hablan de sus gustos; de que escriben para sí y no para un lector; de que es el pobre lector quien tiene que molestarse en entender todo lo que van enmarañando; porque resulta que les encanta retorcer el lenguaje, si otro motivo que el de hacerlo denso y complicado, para sentir que su escritura es compleja; como si fuera el equivalente a tener calidad literaria, o que sus párrafos son ricos porque no están al alcance de que los entienda cualquiera.
Ángel Zapata, que fue uno de mis profesores, nos dijo el primer día de clase, ante el escrito de uno de estos especímenes (que acabó dejando el curso):
No confiéis nunca en la relectura por parte del lector. Todo lo escrito tiene que entenderse a la primera. Al menos, en la mayor medida posible.
Por todo este compendio de signos, tan frecuentes, es por lo que a un escritor de esta clase se lo conoce como escritor del Yo o del Ego. Porque es su «yo» tras lo que se parapeta a la hora de escribir: «Yo lo cuento así»; «es que yo lo veo de otra manera»; «con que a mí me guste vale»; «con que yo lo entienda es suficiente»; «Yo escribo para mí»; «es yo entiendo la literatura a mi manera»…
Sus excusas son interminables y las he tenido que escuchar muchas veces (y lo que me queda). Lo más triste es que por mi experiencia este tipo de perpetradores son irrecuperables. Ya que, al creer que tienen resuelto un trabajo, que nunca hicieron, rara vez toman conciencia y se ponen a corregirlo.
Es duro lo que has escrito, tiene la dureza del aprendizaje, aunque yo estoy aquí por pura diversión es verdad que no me vendría mal un poco de formación.
No tengo idea de escribir pero escribo, es un hecho y pienso que no estaría mal poder hacerlo mejor, por muy profano que me encuentre en este mundo. Investigaré como conseguirlo.
Magnos sueños.
Si escribes por «pura diversión» sigue haciéndolo. ¿Por qué no?
Ahora, si quieres ser escritor, fórmate. Porque te garantizo que vas a descubrir que puedes disfrutar mucho más; al entender mecanismos y detalles que antes pasabas por alto; pero no sólo literarios, sino de tu propia vida (aunque suene algo cursi).
Por otra parte, el aprendizaje es duro cuando estás cerrado porque crees que ya sabes.
Qué gran aforismo ese de: «Sólo aparece el maestro cuando el alumno está preparado».
Al leerte hoy, no sé si alguno de tus alumnos aprobará tu asignatura. Eres muy duro y exigente, aunque tienes razón en muchas cosas.
Yo no tengo esa formación de la que hablas, al menos con esos tecnicismos.
Empecé esta aventura de escribir por sugerencia de mi terapeuta, me dijo que me vendría bien después de una serie de temas personales por los que pasé y aquí me vine.
Hace mucho que ya no me sale ni una palabra, pero después de leerte, todavía me siento más ridícula y creo que me va a costar más retomarlo.
Debería seguir aprendiendo, siempre hay que aprender, ¡siempre!
Nos das buenos consejos a los que no sabemos.
Gracias, Pedro.
Un abrazo. 🌷
Querida Ivonne, mis alumnos no aprueban o suspenden, porque no hay exámenes. Sólo quieren que les enseñe a escribir y, si no dejan el curso, todos aprenden.
Lo que hay en esta entrada no se aplica a la poesía (que es lo que escribes en tu bitácora) que tiene otras claves y un oficio muy distinto a la prosa. Para nosotros la poesía es un recurso que aplicamos en momentos precisos. Nunca es un medio.
Te digo lo mismo que a «Onironauta»: Si escribes por placer o para sentirte mejor, sigue haciéndolo. Lo que yo digo es para personas que quieren ser escritores. Nada más.
En cualquier caso, si quieres escribir y disfrutar haciéndolo, te invito (sin que me remuneres) a mi clase. Vienen adultos de diferentes edades. Ya verás cómo disfrutas, te ríes, y aprendes. Mi escuela no es la del sufrimiento. Todo lo contrario.
Además, si ahora has dejado de escribir es porque estás pasando un mejor momento y ya no lo necesitas.
Entiendo que al decir: «Gracias, Pedro», le están dando las gracias a Pedro Sánchez, ¿no?
Ay lo primero, perdón, perdón y mil perdones por cambiarte el nombre, tengo mucho en mi cabeza, Carlos.
Soy un puro desastre.
Me encantaría acudir a tus clases, debe de ser todo un reto.
No sé dónde las impartes, yo vivo en Boadilla y cada vez estoy más perezosa para ir a Madrid, pero si fuera un día a la semana tal vez me animaría.
Por supuesto si hay que remunerar, se remunera.
No he dejado de escribir porque todo haya pasado, todo lo contrario, está todo mi mundo patas arriba y a mi cabeza solo acuden pensamientos rumiantes que nublan todo lo demás.
Gracias de nuevo y de verdad, perdón, ha sido un fallo garrafal.
Un abrazo, Carlos. 🌷
ups, no sé por qué pensaba que vivías en Argüelles. Bueno, no te preocupes. Empezaremos después del verano. yo te aviso y si te viene bien, pues ya me cuentas.